domingo, 18 de enero de 2009

Resurrección

¿Por qué no me crees cuando te digo qué estoy vivo? ¿Por qué dudas de la palabra de tus hermanos cuando te dicen qué me han visto y han comido conmigo a mi mesa?
El que ves frente a ti no es un fantasma, es de carne y hueso aquel a quien tienes ante tus ojos. Muchos podrán creer qué he muerto porque han visto mi cuerpo escarnecido, pero no es así; he vuelto del valle de las sombras y de nuevo camino por la tierra, recorriendo caminos tantas veces acariciados por las ampollas de mis pies. ¿Acaso no puedes verme de pie ante tu puerta mientras llamo a la espera que me dejes pasar dentro? ¿Acaso no puedes verme en los rostros de todos aquellos qué te rodean? Aquí estoy yo, hollado, herido de muerte... pero más vivo qué nunca.
Cierto, cada miembro de mi ser ha experimentado el doloroso golpe del aguijón de la muerte; cada aldea, cada casa, cada familia, cada hombre... todos han sentido el acero de la espada y en todos ellos estaba yo. En cada viuda, en cada huerfano, en cada martir sacrificado regar la tierra con su sangre... en todos ellos estaba yo. Pero, aunque aquellos qué buscaban mi cabeza creen haber terminado con mi vida, yo seguiré recorriendo estos senderos de piedra por los siglos de los siglos; siempre qué haya esperanza yo seguiré aquí.
Puede qué alguna vez pensarás qué estaba muerto, pero no es así... nunca he muerto, siempre he vivido en el dolor y la alegría de mi pueblo. Ven a tocar las heridas en las palmas de todas mis manos, en la planta de todos mis pies, en todos mis costados; aqui estan los agujeros de los clavos, las heridas de la lanza... mete el dedo en ellas para ver qué son reales, déjame mostrarlas como evidencia de qué no soy un fantasma... que estoy vivo aún y aún más que antes.

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