viernes, 25 de septiembre de 2009

Prólogo de septiembre

No se si algún día llegare a tener una legión de lectores que tengan alta estima por mis escritos; si eso no llegara a suceder, se que al menos cuento con dos fieles admiradoras. La primera es mi madre, Reyna de Leal, quien es tambien mi principal influencia no literaria por haberme apoyado siempre y haberme entretenido con con sus relatos; la segunda es mi preciosa, Naikee, el amor de mi vida y la única persona que ha entendido a plenitud mis relatos por leer con el corazón aquello que escribo con la cabeza.
En otra ocasión compartiré alguno de los escritos que debo a mi madre; pero este mes quiero compartir algo que es especial para mi como un regalo para mi preciosa: les comparto los primeros escritos que compongo basados en ideas cuya inspiración debo a Naikee. Espero sean de su agrado.

Cementerio

Nunca había visto a tantos muertos juntos en una misma habitación; nunca imagine que al entrar en aquella casa fuera a encontrar tanta mirada sin vida perdiéndose en el vacío.
Por un momento pensé si acaso no habrías perdido la razón y te dedicaras al extraño hobbie de coleccionar cadáveres. Entonces vi que aquellos muertos no eran cuerpos inertes, que podían caminar y andar por la calle como si estuvieran vivos… pero estaban muertos, yo lo sé; yo sé que aquellas personas en tu casa estaban muertas, me lo decían su mirada y su errático andar por este mundo, me le decía esa sensación a muerte y cementerio, esa aprehensiva desesperanza que los embargaba. Estaban muertos, sólo que ellos no lo sabían… no se daban cuenta de las bendiciones que les rodeaban, solo se aferraban a sus llantos, sus quejidos y sus lamentos.
Y en medio de todo aquella pena y tristeza, en medio de todos aquellos occisos pletoricos de tristeza, estabas tú... como una flor puesta sobre una tumba, apenas con vida. Allí estabas tú, resistiéndote a ser arrastrada hacia la fosa, llenando el espacio con un hálito de vida que apenas se sostenía. Allí estabas tú, rosa preciosa, atreviéndote a ser feliz en medio de aquel panteón... y yo te ame por ello.

Bessy

Estaba lloviendo cuando llegue al hotel. Esperaba que hiciera frío, pero no tanto como esta haciendo esta noche. Un gélida y fina lluvia cae sobre la ciudad, salpica los vidrios del amplio ventanal que se extiende de pared a pared en el lado occidental de mi habitación. Lo bueno es que Bessy ya esta aquí, tendida sobre la cama; supongo que algo de su calor me ayudará a sobrellevar el frío de esta noche.
Que me haya tocado viajar con tanta frecuencia a estas australes latitudes no es algo que sea totalmente de mi agrado. Mucho menos es del agrado de mi esposa, pero son cuestiones del trabajo y no queda otra opción; ella entiende eso y en algo le ayuda a sobrellevar las noches en que el trabajo me aleja de su compañía. Hay obligaciones que cumplir y a la larga te acostumbras, aunque no termine de gustarte; solo es que el sentimiento de desplazamiento y desarraigo no se borra por más que ya tengas lugares comunes y personas con quienes salir o charlar. Lo bueno es que Bessy siempre esta allí para mi cuando salgo de viaje, siempre fiel para que yo no sienta la extrañes de una cama solitaria.
Coloco mi compacta maleta sobre los pies de la cama y le lanzo una mirada indiscreta mientras ella yace con coqueta desfachatez sobre las almohadas.
- Bueno, al menos tu ya estas instalada. Le digo. – Ahora deja que saque mis cosas y me instale yo.
Busco en mi billetera la llave que abre el candado de mi equipaje y me preparo para desempacar. Menos mal que había empacado ajustado y nada se ha movido de su lugar. Saco primero las dos chaquetas y me dirijo al pequeño closet de la habitación donde utilizo un par de perchas para colgarlos adecuadamente. Luego extraigo mis implementos de limpieza personal y los traslado al cuarto de baño; allí los coloco sobre la larga loza donde descansa el lavamanos y compruebo que hay suficientes toallas limpias como para todos los días de mi estancia. Regreso para trasladar las camisas y pantalones hacia el pequeño closet, teniendo cuidado de dejar a mano aquellas prendas que utilizare al día siguiente. Luego coloco los zapatos en el suelo del closet e introduzco en la cajilla de seguridad todo aquello que no me sera necesario en los días que estaré por aquí pero que sera de gran valor cuando regrese (boletos de avión, identificación, dinero).
Una vez acomodadas mis cosas me descalzo para descansar los pies… se siente tan bien estirar las piernas después de pasar tantas horas sentado en el avión. Volteo a ver a Bessy y su mirada parece reírse de a la vez que me invita a ir a la cama. Creo que es justo ir a acostarme junto a ella… pero antes debo hacer algo. El reloj digital al lado de la cama indica las once de la noche, hora local; justo la hora a la que dije que me conectaría.
Saco de mi equipaje de mano la computadora portátil, herramienta imprescindible de trabajo cuando toca viajar, y me acomodo en el mueble frente a la cama que sirve tanto como modular para la televisión como de escritorio. Enciendo la computadora y esta tarda unos minutos en conectarse al Internet inalámbrico del hotel; conecto a la misma el Headset para hablar telefónicamente vía Internet y busco el usuario de mi esposa. El programa empieza a marcar y no tardo en distinguir su voz que me saluda desde el otro lado del ciberespacio.
- Hola, mi amor. ¿Llegaste bien?
- Gracias a Dios sin novedad y en tiempo, mi amor. ¿Como están los nenes?
- Ahora están durmiendo. Se han portado bien y ya te echan de menos.
- Les mandas un beso de mi parte y les dices que los quiero mucho.
- Yo también te extraño, sabes que no me gusta que me dejes sola tanto tiempo… pero ni modo, tienes que trabajar.
- Yo también te extraño, mi amor. Pero solo serán un par de días y pronto ya no tendré que viajar tan seguido.
- Yo se, mi amor... eso me consuela. ¿Ya te vas a acostar?
- Ya, mi amor… estoy cansado del viaje. Te mando un beso fuerte y espero que pases una buena noche. Por mi no te preocupes... Bessy esta aqui.
- Hay la abrazas duro, como si me estuvieras abrazando a mi. Te cuidas y hay trabajas duro mañana. Voy a estar esperando que te conectes de nuevo cuando salgas de la oficina.
Una vez cerrados los programas, cortada la conexión y apagada la computadora, me doy vuelta y veo a la coqueta Bessy tendida sobre la cama. Antes de darme cuenta me encuentro nuevamente hablándole a la vaquita de peluche que mi esposa ha guardado consigo desde que fuera niña y que envía conmigo cada vez que salgo de viaje… solamente para que tenga algo de ella conmigo.
- Bueno, Bessy, vamos a dormir. Tu has estado con ella durante mucho tiempo y durante todo ese tiempo la has cuidado. Ahora cuídame a mi para que pronto este de vuelta en sus brazos… porque no importa donde, no importa como, volver a sus brazos es volver a mi hogar.