martes, 19 de mayo de 2009

A través de la noche

Sábado por la noche, una de esas noches en que no importa que no nos quedemos dormidos sino hasta tarde, hasta la madrugada... no importa, mañana ninguno de los dos tiene por que levantarse temprano y hoy podemos no dormir si se nos da la gana.
Regresaste tarde del trabajo, estabas cansado y (como suele pasarte en esos agotadores días de fin de mes) no tenías ganas de cenar, al menos nada que fuera pesado... para mí era mejor, no tenía muchas ganas de cocinar. Lo único que querías era recostarte, descansar y ver un poco de televisión mientras dormitabas sobre la cama; yo sabía que (como suele pasarnos en esos agotadores días de fin de mes) lo que menos íbamos a hacer era dormir.
No hace una hora que estamos acá, tú y yo sobre la cama, a media luz mientras la televisión emite figuras cuyo resplandor danza por las paredes de la habitación. No hace una hora, tú y yo sobre la cama, tus labios sobre los míos, tus manos sobre mi cuerpo, mientras esa película que ya hemos visto antes (y que esta vez volvimos a ver porque no había nada más interesante) sigue proyectándose en la pantalla. Otra vez amándonos de esta manera, liberando el estrés de la rutina a través de esta entrega... otra vez muriendo bajo el peso de tu cuerpo mientras te clavo las uñas en la espalda, amándote a través de la noche. Luego el sueño.
Apagada la televisión, apagada la luz y apagada la pasión; descorridas las cortinas, sólo ilumina la habitación la luz de la luna que penetra por la ventana. La luna, esa luna que veo desde el lugar donde estoy recostada, con mi cabeza sobre tu brazo, esa luna que juega a esconderse tras las nubes como la mujer caprichosa en ropa interior que tienta a su amado insinuando su belleza sin mostrarla por completo. Esa luna, ese astro que me recuerda las veces en que te espero con esa coqueta ropa interior de encaje que tanto te gusta, esas veces en que jugamos a no ser más que amantes. Pero no importa, incluso la luna no importa... solo importa que te tengo a mi lado.
Puedo sentirte, sentir tu respiración sobre mi cabello revuelto y tu boca tan cercana a mi cuello. Puedo sentirte contra mí, tu cuerpo contra el mío, tus brazos rodeándome y tu mano sobre mi vientre presionando con dulce sutileza. Puedo sentir tu calor y saberme segura entre tus brazos, sentir que puedo ser quien soy sin tener que fingir nada, sin tener que ocultar nada porque para ti no hay nada sobre mi que sea secreto. Puedo sentirme tan bien estando contigo.
Entonces me doy vuelta, me doy vuelta para poder abrazarte, para poder estrecharte con fuerza y clavarte un beso grande en la boca, para jugar con el cabello de tu nuca como siempre me ha gustado hacerlo. Entonces despierto. Te busco sobre la cama y no te encuentro, busco tu calor y no lo siento. Descubro que estoy sola en la habitación y que todo lo anterior no fue más que un sueño. Entonces recuerdo. Recuerdo que no estas, que te has ido.
Es cierto, casi lo había olvidado... te fuiste. No es que quisieras irte pero tuviste que alejarte, no es que quisiera dejarte ir pero tuve que hacerlo. Ahora esa dulce sensación de estar entre tus brazos no es más que un lindo recuerdo porque tu no estas, me dejaste... te he perdido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario