viernes, 25 de septiembre de 2009

Cementerio

Nunca había visto a tantos muertos juntos en una misma habitación; nunca imagine que al entrar en aquella casa fuera a encontrar tanta mirada sin vida perdiéndose en el vacío.
Por un momento pensé si acaso no habrías perdido la razón y te dedicaras al extraño hobbie de coleccionar cadáveres. Entonces vi que aquellos muertos no eran cuerpos inertes, que podían caminar y andar por la calle como si estuvieran vivos… pero estaban muertos, yo lo sé; yo sé que aquellas personas en tu casa estaban muertas, me lo decían su mirada y su errático andar por este mundo, me le decía esa sensación a muerte y cementerio, esa aprehensiva desesperanza que los embargaba. Estaban muertos, sólo que ellos no lo sabían… no se daban cuenta de las bendiciones que les rodeaban, solo se aferraban a sus llantos, sus quejidos y sus lamentos.
Y en medio de todo aquella pena y tristeza, en medio de todos aquellos occisos pletoricos de tristeza, estabas tú... como una flor puesta sobre una tumba, apenas con vida. Allí estabas tú, resistiéndote a ser arrastrada hacia la fosa, llenando el espacio con un hálito de vida que apenas se sostenía. Allí estabas tú, rosa preciosa, atreviéndote a ser feliz en medio de aquel panteón... y yo te ame por ello.

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